martes, 12 de junio de 2012

Agobios


Vaya por delante que mi amor hacia Adriana es innegociable e incuestionable. Tened esto presente durante las próximas líneas, no vayáis a pensar por un casual que soy mal padre o que reniego de ella, nada más lejos de la realidad.

Llega un momento en la vida, especialmente del hombre, en el que se tiene que enfrentar a sus miedos, en el que debe mirar cara a cara a sus fantasmas y tratar de derribarlos, de vencerlos, de superarlos, de mandarlos de vuelta al armario. Ese momento en el que un hombre, un padre, debe coger el toro por los cuernos, armarse de valor y encarar con determinación ese instante tan temido durante meses, esa cita ineludible con sus terrores: Pasar un día a solas con el niño.

Hablamos de un niño, niña en este caso, que ya ha superado el año y medio de vida, con todo lo que ello conlleva. A saber: gritos, baile de San Vito, curiosidad incontrolable por todo aquello perjudicial para su integridad física (enchufes, salientes….) o para la integridad mental del padre (mandos a distancia, móviles, consolas….); negativa a ingerir cualquier alimento de naturaleza sólida con la capacidad añadida y recién aprendida de escupirlo; capacidad innata para generar dolor de cabeza repitiendo hasta la saciedad el término “papaaaaaá” superando con creces los decibelios legalmente establecidos en la Ordenanza de Protección del Medio Ambiente; alteración del sueño de tal manera que rara vez coincida con los momentos de letargo del progenitor…. Y un largo etécetera.

Este temido día comienza a rumiarse en la mente del sufrido padre desde que tiene conocimiento de su proximidad. Cuando le es comunicada la situación, con una antelación de más o menos una semana, automáticamente se encienden las alarmas y comienzan a agolparse en su mente las excusas, por lo general inconexas e injustificables, de tal manera que sólo acierta a balbucear frases del tipo “no es que yo…” o “es que creo que….” que no surten el efecto deseado.

Finalmente, llega el momento en el que padre e hija se ven abocados a pasar un día juntos, el primero de muchos, pero como pasa habitualmente las primeras veces no suelen ser satisfactorias para casi nadie.

La criatura, normalmente perezosa para despertarse y remolona hasta hacer llegar tarde al sufrido pater día sí y día también, decide en esta ocasión despertarse como unas castañuelas a las 8:00 AM ante la incredulidad de éste. Mal empezamos. Al despertar sigue el momento del desayuno. Una hora y cuarto de pelea, cuchara va cuchara viene, para intentar que el gremlin (el bueno, ojo) se coma la mitad de lo preparado, mientras el café que papá se ha preparado se enfría sin remisión. Una vez concluida la primera misión sin completar, la criatura decide echarse una cabezadita ante la perplejidad del padre, que acaba de tomarse el café helado y no puedo pegar ojo. Cuando lo consigue, pasadas unas dos horas, la niña se despierta y retoma los gritos. Toca jugar.

11:15 AM: Hora de bajar al parque. Aprovechando las bondades climatológicas, papá decide intentar cansar a la cría. La cambia, la viste, la unta de crema solar, hace acopio de palas, rastrillos y cubos y cual gitano de romería se decide a partir rumbo al arenero. Una vez allí, monta el chiringuito para comprobar atónito una vez más como, pese a contar con un sinfín de juguetes de todo tipo, la pequeña guindilla opta por jugar con la tapa de registro de una alcantarilla y por comerse la arena a puñados.

11:45 AM: Ante la imposibilidad de controlar los arrebatos de la niña, papá decide sacarla del arenero y probar en terreno solado. Inútil, la pequeña cambia la arena por las hojas secas y las colillas que ocasionalmente encuentra. Momento de regresar a casa.

12:30 PM: De vuelta a casa, toca coger a la enana por los pies y ponerla boca abajo hasta que suelte el último grano de arena. Entre gritos y movimientos hiperactivos, papá decide dejarla un segundo en su minicuna habilitada como zona de juegos mientras prepara la comida.

12:45 PM: Sentados a la mesa, comienza el ritual de la comida. Ella sentada, con su ordenador de juguete delante, mientras papá comienza a perseguir su boca cuchara en ristre intentando acertar con la mínima abertura. Con un porcentaje de acierto que apenas alcanza el 20%, la lucha se prolonga por cerca de hora y media.

14:15 PM: Hora de la siesta. Por los cojones. Ni sentada, ni tumbada ni en su minicuna. La criatura diabólica quiere jugar por los exteriores de su entorno habitual. El juego consiste en tirarlo todo al suelo, en meter la mano en el video, en darle golpes a la televisión con el mando a distancia del DVD o en tropezarse y darse de bruces con las patas de la mesa. Papá, que aún no ha comido, asiste estupefacto al show y duda entre quién de los dos debería salir despedido por la ventana. Se reprime y consigue que, un buen rato después, la niña se duerma.

16:00 PM: La niña se duerme.

16:30 PM: La niña se despierta. Vuelta a la hiperactividad. En esta ocasión la acción se centra en el gato. El animal huye despavorido cada vez que Adriana se le acerca, pero Adriana no entiende la indirecta y se dedica a perseguirle por toda la casa al grito de “apo apo” (guapo guapo para los que no tengáis niños). La batalla concluye sin incidencias reseñables, salvo por el dolor de espalda de papá.

18:00 PM: Hora de la merienda. Acontece sin mayores problemas, gracias al Señor.

19:00 PM: Mientras papá intenta ver la segunda parte del Francia-Inglaterra, Adriana tiene planes mejores. Estos pasan por a) hacerse caca b) esparcir por el suelo del salón todas las pequeñas y coloridas fichas de un bonito puzzle c) elevar un poco más el tono de los gritos y d) continuar con la acción anterior de intentar meter los dedos en los enchufes y golpear la pantalla del televisor.

19:45 PM: Toca baño. El momento más tranquilo del día, en el que padre e hija se relajan y disfrutan de su mutua compañía.

20:15 PM: Se jodió la tranquilidad. La niña decide que ya está bien de agua por hoy, y que hay que seguir jugando. Las actividades varían poco con respecto a las anteriormente citadas.

21:00 PM: Cena. Divida en tres partes, concretamente potito, tortilla y postre. La primera parte se completa en tiempo y forma. Con las dos siguientes la tortura se acentúa. Con la tortilla esparcida por todo el salón y una octava parte de la pera ingerida, papá decide rendirse y da por concluido el banquete.

22:30 PM: Mamá llega a casa después de un largo día de trabajo. La pequeña, que estaba a punto de caer dormida, se reactiva al notar su presencia. Papá presenta su dimisión temporal como progenitor responsable. 

jueves, 17 de mayo de 2012

Juegos de mayores


Bueno, Adriana ha cumplido un año y medio de vida. Así como el que no quiere la cosa, entre pitos y flautas, son ya 18 meses desde que aquel día 11 de noviembre de 2010 le vimos por primera vez esa carita. En aquel momento, creo que ya lo comenté en su día, con apenas 20 minutos desde que abandonara el vientre materno su expresión era de tranquilidad, de serenidad, de calma chicha en definitiva, como ha quedado de manifiesto en estas últimas fechas.

Su apariencia angelical y sosegada ha ido dejando paso, poco a poco, al torbellino de niña que empieza a ser ya y que comienza a atisbarse a pasos agigantados. Lo de andar ya está más que superado, ahora el objetivo es correr. Los accidentes contra picos de mesa y salientes varios han disminuido considerablemente, y los ha superado, al menos hasta la fecha, sin puntos de sutura.

La capacidad expresiva sí ha sufrido una evolución más que destacable, sobre todo en volumen. Los discursos que se monta son dignos de mención y destacan, por encima de todo, por la variedad de sonidos empleados, como grrruppppppjaaaaffffff o prrriiigggghhtttyyyyyfg. Al margen de esto, hemos sufrido un leve retroceso en el tema “papá” y “mamá” que nos lleva a que ahora tanto papá como mamá sean “mamamá”.

Repetimos cual lorito palabras que escuchamos quién sabe dónde -las últimas son “doctor”, “pulpo” (le tira Villagarcía como no podía ser de otra manera) y un preocupante “ostia” que le escuchó a su padre (mamamá para los amigos)-.

Pero sin duda donde ha experimentado una mayor y más rápida evolución ha sido en los juegos. Las pelotas de plástico, otrora divertidísimas, y el famoso y ruidoso Arca de Noé han dejado paso a los enchufes, los mandos a distancia y los teléfonos móviles, que maneja a su antojo so pena de que alguno acabe como el rosario de la Aurora (los enchufes están protegidos, no os alarméis).

Por lo demás, sigue teniendo una bonita afición, que es vomitar la merienda o cena cuando está sola con papá (mamamá para los amigos) y cuando éste está rozando el agotamiento físico y mental. Le encanta ver la cara de desesperación que cruza su rostro cuando ve, después de una hora cucharada va cucharada viene, todo el esfuerzo por los suelos, literalmente, además de por el pelo, por la hamaca, por la ropa….

En fin, gajes del oficio, nada que un par de exabruptos no pueda solucionar. Os dejo una de sus últimas instantáneas, captada en casa de la tía Bea y en la que puede apreciarse que la danza corre por sus venas. No en vano, su padre (mamamá para los amigos) aún es recordado en los bares y pubs de la zona por su habilidad dancística.

¡¡¡Besos!!!

viernes, 27 de abril de 2012

La madurez


Bueno, regresamos a la actividad con numerosas novedades. Os dejamos en la previa a Semana Santa con los primeros pasos de Adriana y sus frecuentes cabezazos contra todo pico o saliente que se preciara. Pues bien, en este último mes la evolución ha sido frenética, tanto en lo dialéctico como en lo relativo a la movilidad.

Ya no andamos, ya corremos. Ya no balbuceamos, ya largamos discursos antológicos ininteligibles pero perfectamente argumentados y acompañados de sus correspondientes ademanes y enfatizaciones.

En el camino han quedado muchos golpes (y alguno más que caerá, y si no al tiempo) pero por suerte no ha habido que lamentar víctimas ni cicatrices, más allá de algún que otro chichón y alguna lagrimilla.

Con respecto al lenguaje, hemos adoptado un sinfín de nuevos fonemas y ya respondemos a algunas cuestiones básicas, destacando por encima de todo la expresión "anda, anda, anda" que ha interiorizado y repite constantemente, eso sí, a grito pelaó.

La pichona empieza a dejar de ser un bebé y ya es toda una niña.

lunes, 2 de abril de 2012

Psssstttt, que ya ando!

Hola a todos/as, no quiero robaros mucho tiempo, sólo informaros de que, desde hace unos días, ya se me puede calificar como persona andarina. Aún me esnafro de vez en cuando, siempre de cabeza, pero ya le voy cogiendo el truquillo. La maltrecha espalda de papá puede dar fe de ello.

Hale, mañana me llevan a Villagarcía, a seguir practicando en tierras galegas entre pulpos, berberechos, albariños y demás manjares del norte. Ya os contaremos a la vuelta.

¡Feliz Semana Santa!

jueves, 8 de marzo de 2012

Juguetes, cacharros y otras zarandajas

A veces sucede que los esfuerzos más titánicos no tienen el efecto deseado. Ocurre en ocasiones que las pequeñas cosas son mucho más valoradas que las grandes gestas. Desde hace unas semanas tengo algo abandonado este espacio, no por gusto, sino porque mis compromisos laborales me tienen absorto y embebido al cien por ciento. El objetivo, poder amasar capital para darle a la pequeña Adriana todo aquello que requiera y necesite (sin caer en caprichismos, que para eso ya están los abus y/o yayos.

Una parte considerable del salario logrado con el sudor de mi frente y a base de dejarme planas las falanges de los dedos de tanto teclear va a parar a financiar el ocio/entretenimiento didáctico/despertar de los sentidos de la pequeña criatura. Es decir, en adquirir un sinfín de juguetes, mecanismos, cacharros de todo tipo que contribuyen, según los expertos en pediatría y desarrollo psicomotriz y cognitivo, al correcto progreso de nuestro bebé.

La oferta es inabarcable: correpasillos con mil botones y lucecitas y hasta diez presintonías distintas, machaconas todas ellas e insufribles a más no poder; arcas de Noé con sonidos de animales, muy didáctico y educativo, sobre todo si pretendes enseñarle al pequeño cómo descalabrar al gato con sus figuras extraíbles; gimnasios de 3 x 3 metros que incluyen todo tipo de atracciones y posibilidades;  muñecas y muñecos de toda clase, raza, etnia y género (algunos por determinar, como Falete) que emiten un agradable repertorio de quejidos, llantos y lamentos como si los del propio ser humano a escala que juega con ellos no fueran suficiente…. Como digo, el abanico de posibilidades es enorme y, of course, requiere de un dispendio económico considerable.

Pues bien, después de que los progenitores nos volvamos locos buscando los juguetes más adecuados para nuestro retoño, después de no escatimar en gastos para estimular sus sentidos, después de consultar a los expertos más reputados de Toys "R" Us y El Corte Inglés….después de todo ello, a la niña le da por jugar todo el santo día con una pelota de plástico aplastá. Ni arcas de Noé, ni correpasillos, ni gimnasios, ni Dora la Exploradora, ni ostias en vinagre. Lo más divertido para ella es una pelota hecha un ovillo que no rueda, no vota ni hace nada. Échale huevos al asunto. El tema es tan serio que hasta duerme con ella (ver imagen) y le provoca una hilaridad brutal verla girar sobre su propio eje. Están locos estos enanos.

lunes, 20 de febrero de 2012

Correr es de cobardes (y andar también)

He decidido de 'motu proprio' que voy a retrasar un poco más eso de andar. He intentado mantenerme erguida sobre las piernas alguna que otra vez, pero es demasiado cansado y me cuesta mantener el equilibrio. Normalmente termino cayendo de culo sobre el pañal (cuando está limpio mola, pero cuando no….) o yéndome de bruces contra la mesa, así que he tomado la determinación de aplazar un tiempo los sucesivos intentos.

De momento, para no ahondar en la inquietud de mis papás, me limitaré a mantenerme de pie sujetada a alguna superficie estable y a sonreir, que sé que les mola. Si eso dentro de un tiempo me lanzaré, pero ahora he decidido que gatear es más rápido, más cómodo y mucho menos cansado. Además, así sigo los pasos de papá, que a perro no le gana nadie, según me han contado los abuelos.

¡Beso!

miércoles, 8 de febrero de 2012

Papapá, mamamá

Adriana ya habla. Bueno, eso cree ella. En las últimas semanas, mientras su padre se ha mantenido ocupado y preocupado con temas laborales, financieros y de diversa índole, ella se ha dedicado a aprovechar el tiempo para ensayar fonética y canto coral. 

De hecho, hemos perfeccionado de manera notable la pronunciación del término "agua" hasta límites insospechados, e incluso hacemos asociación directa entre el término y su significado, eso sí, referido a todo aquello que sea de naturaleza líquida.

En otro orden de cosas, seguimos incidiendo en el tema "Papá" y "Mamá". De momento, hemos hecho avances más que reseñables, aunque nos sigue costando reducirlo a dos sílabas, de forma que estamos encallados en "Papapá" y "Mamamá". Peros estamos trabajando en ello.

Lo que ya hemos logrado implementar y asimilar de forma cuasi absoluta es el cante jondo, prueba irrefutable de que muda, lo que se dice muda, no es la niña, no.

Más avances de las últimas semanas, para vuestra información. Hemos aprendido a dar besos, sin ninguna emoción, dicho sea de paso, y a dar golpecitos en la espalda de papá en plan "qué pasa colega".
Lo que de momento no hacemos, más que nada porque es muy cansado, es eso de andar. Nos conformamos con quedarnos de pie sujetadas a la mesa e ir desplazándonos por el borde de la misma tirando al suelo todo lo que se halle a nuestro alcance. Ah, tenemos un correpasillos (cortesía de los abuelos) al que de momento sólo hemos encontrado la gracia por la multitud de botones que incluye y la variedad de sonidos que emite. Pero de movernos con él, nada de nada. Seguiremos informando.


(Nota del autor: el presente artículo está redactado en plural mayestático. El abajo firmante ya sabe hablar, más o menos, y de vez en cuando camina, aunque lo justo y necesario).