lunes, 26 de diciembre de 2011

Mi felicitación navideña

En realidad, estas son mis segundas navidades. El año pasado por estas fechas tenía un mes y medio de vida, así que me enteré de poco, pero pude comprobar desde el letargo de mis adormecidos sentidos cómo mis seres queridos se ponían hasta las patas.

Esta vez, con 13 meses de existencia, tampoco es que me haya enterado de mucho, y ni siquiera me he podido empapar del espíritu navideño, pero al menos ya sé decir "agua" y con eso y poco más, pronto podré cantar 'Los peces en el río'.

En resumen, 2011 ha sido el año de mi consagración como pichón y como centro de atención. A mi no me molesta, de hecho me encanta atender a mis fans con una sonrisa y ver la cara de tontorrones que ponen cada vez que balbuceo algo. No me cuesta mucho, y ellos son felices, así que así vamos funcionando.

Sea como fuere, desde este humilde espacio creado por mi guapísimo, inteligentísimo y simpatiquísimo papá, os deseo a todos que paséis una feliz Navidad y que el próximo año sea tan bueno como lo será para mí. El año que viene por estas fechas, prometo dar más guerra y seguir haciendo felices a los que me rodean con mis enormes sonrisas, con mis contagiosas carcajadas y con mi entrañable carácter.

Besos a todos y mil gracias por leer de vez en cuando las paridas de papá.



lunes, 19 de diciembre de 2011

Mitos y leyendas (Volumen III)

Este capítulo en particular afecta tanto a padres como a madres. A ambos en general. A la economía familiar en particular. A la quiebra absoluta más en particular aún.

Trillado tenemos el famoso dicho, que no sé a quien cojones se le ocurriría, que asegura que 'los niños vienen con un pan debajo del brazo'. Quizá sea porque a mi el pan no me gusta, el caso es que investigando sobre las raíces semánticas y el significado metafórico de esta frase, parece ser que su autor se refería a que la llegada de un bebé conlleva a su vez la llegada a la familia de todo tipo de suertes, presentes, viandas y bonanzas económicas.

Creo que esto ya lo mencioné en algún otro post, pero por si acaso me reitero: los cojones. Dejando de lado la ausencia de ayudas estatales y/o regionales, paso a desgranar someramente lo que supone, a efectos económicos, la llegada de una criaturita a nuestras, hasta ese momento, tranquilas y copiosas vidas.

(Nota del autor: La descripción se circunscribe a nuestro caso particular, huelga decir que hay tantas situaciones distintas como madres encintas)

- Habitación: el anuncio del estado de buena esperanza es un momento precioso. Poco después, llega el momento de diseñar/idear/preparar la que será la habitación del retoño. Y aquí la cosa empieza a torcerse. Si tuvisteis suerte y pillasteis los 2500 euros, empezad a despediros de ellos. Cuna, cómoda, armario, elementos decorativos, lámparas, cenefas, vinilos… la cantidad de posibilidades es inversamente proporcional al capital disponible. Aquí un enlaceY aquí otro.

- Moisés: resulta que, a pesar de comprar la cuna y dejarte un sueldo íntegro (en el caso de tener trabajo), el bebé dormirá durante los primeros 6 meses aproximadamente en una minicuna o moisés en la habitación de los papás. Aquí os dejo algunos ejemplos. Además, si tenéis previsto algún desplazamiento en los próximos meses, deberéis hacer acopio de cuna de viaje, aunque esto es probable que os lo regale algún familiar bien avenido.

- Carrito: uno de los momentos más deseados por los mileuristas. Una ocasión pintiparada para ver con qué facilidad se esfuma el sacrificio de todo un mes de curro. Este apartado es particularmente curioso, porque de hecho nada mas empezar a ver carritos te das cuenta de que los hay por unos 300 euros, la mar de monos. Pero ¡ay amigo!, aquí es donde entra en juego el/la vendedor/a para soltarte frases del tipo: "Sí, está muy bien, pero este de aquí es mucho más seguro y cómodo para el bebé". Bien, ¿qué haces? ¿Condenas a tu pequeño a una desviación de columna por ahorrarte, qué sé yo, unos 700 euros? "No hombre no, si es por seguridad y comodidad de mi crío, déme ese de allí"; "¿Cuánto? ¿970 euros? Nada es caro por la comodidad y seguridad de mi hijo. Zasca. Aquí unos ejemplos.

(To be continued…)

lunes, 12 de diciembre de 2011

Mitos y leyendas (Volumen II)

Continuamos con la sección dedicada a desmontar las falacias que circulan por ahí referidas a la paternidad. Después de dejar acreditado y documentado que no existe relación directa entre pasear con un bebé y ligar, por muy guapo y simpático que sea el retoño, procedemos a continuación a desmentir otro de los mitos que más daño han hecho a los hombres que han decidido aventurarse en esta indescriptible experiencia de la procreación.

Ojo a los estudios, realizados como no podía ser de otra manera por los americanos, que a juzgar por las chorradas que dicen deben ser los tíos que más tiempo libre tienen del mundo. Cito textualmente: "Tener hijos produce cambios hormonales en los hombres, como la reducción de testosterona; este fenómeno los hace mejores padres, según reveló un nuevo estudio realizado en Estados Unidos. Esta reducción en la hormona masculina hace a los hombres más leales y más propensos a quedarse en casa cerca de la familia, afirmaron los científicos de la Universidad de Northwestern". Aquí os dejo el enlace a tan incuestionable estudio

Vamos a ver, o sea que los padres, cuando somos padres, sufrimos una reducción en el nivel de testosterona que nos hace más dóciles, que nos impide fijarnos en otras mujeres y, por extensión, nos impulsa a quedarnos en casita, al calor del hogar, en lugar de salir a emborracharnos con los amigotes. ¿He entendido bien?

Por favor, padres del mundo que me estéis leyendo. Que levante la mano el que haya experimentado esta castración física y mental tras el alumbramiento de la criaturita, quien haya dejado de pensar en el sexo o quien haya perdido las ganas de salir a liarla parda con los colegas. ¿Qué pasamos más tiempo en casa? Nos ha jodido, tenemos más responsabilidades, menos dinero, más estrés y un agotamiento límite, pero dudo que sea cosa de la testosterona.

Que no os engañen, futuros papás, la llegada del pequeño no os hará mejores personas, os hará personas más cansadas y agotadas, eso sí. Doy fe. De ahí a que de repente os podáis liberar del 'crapulismo' que os ha acompañado todos estos años de un plumazo va un mundo; tampoco esperéis que, como por arte de birlibirloque, os transforméis en unas almas cándidas sumisas cual cachorrillos.

La paternidad no ennoblece al que no es noble. 

jueves, 1 de diciembre de 2011

Mitos y leyendas (Volumen I)

Iniciamos una nueva sección con el objetivo de desmentir algunos de los mitos y las leyendas más significativos que rodean a la paternidad. Me propongo en este espacio, con la inestimable ayuda de la Wikipedia, esa siempre infravalorada herramienta de conocimiento universal, desmitificar la rumorología que se circunscribe a esta nueva fase vital que iniciamos los padres primerizos.

Para empezar, comenzaré con una de las que más me ha llamado la atención. Cuenta la leyenda, transmitida de generación en generación durante siglos, que aquellos padres que se atreven a franquear los muros de su hogar y salir a la calle con su criatura recién nacida, o con pocos meses de vida, obtienen como recompensa a esta incuestionable muestra de valor, una experiencia única que, desde hace tiempo, han olvidado. Efectivamente, hablo del noble arte de ligar.

Continúa la leyenda asegurando que estos padres reciben de inmediato, concedido por las divinidades, el poder y la capacidad de atraer con la presencia del pequeño retoño las miradas y los comentarios de las féminas que frecuentan parques y jardines, que transitan por las vías o que simplemente se cruzan con ellos por los inescrutables caminos del señor. Cuentan los que dicen haberlo vivido, que la atracción por la mirada del bebé genera que ellas, por lo general mujeres de muy buen ver, se acerquen e inicien el cortejo con el progenitor. Cuentan, además, que aunque el padre no quiera (que no queremos), despierta en ellas un magnetismo tan irresistible que pocas veces puede ser controlado.

Mentira todo. En un año paseando con la niña, con paradas estratégicas en parques y jardines, cruzándome con todo tipo de féminas en mis largos caminos, ninguna de ellas ha levantado siquiera la mirada del carro para ver quién es el idiota que lo empuja. Que si la niña es muy mona, que si tiene unos ojos preciosos, que si es muy graciosa… es todo lo que aciertan a decir, pero del padre pasan como de votar al PSOE. Ni un comentario acerca de los genes, ni un triste halago hacia el creador (en teoría) de la enana…. Nada. Más bien todo lo contrario, uno se siente como Harry Potter con su capa de invisibilidad, fuera del mercado, como si simplemente fuera una prolongación del carrito, un complemento más de Bebecar (espacio no patrocinado, cortesía de un servidor, ya os pediré cuentas).

Ojo, que no es que uno quiera ligar, ni muchos menos, que yo estoy muy feliz con mi señora (espacio no patrocinado, cedido gratuitamente para evitar dormir en el sofá), pero un poco de autoestima nunca está de más. Hecho el llamamiento, espero que la próxima vez que alguna de vosotras se cruce en mi camino, tenga al menos la decencia de decir lo bien planchada que llevo la camisa.

Continuará…. O no.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Sueñus interruptus

Ya hemos tocado este tema un poco por encima, pero por tratarse de una de las grandes 'diversiones' de la paternidad/maternidad, he decidido concederle el espacio que se merece.

Que yo venga ahora a narrar a aquellos que son padres, sobre todo primerizos, los problemas de sueño (o de ausencia del mismo) con la llegada del bebé, seguramente suene a cachondeo. Así que me dirijo expresamente a aquellos que no lo sois y que, por aquellos misterios insondables de la naturaleza, después de leer cosas como estas sigáis queriendo serlo.

A aquellos que, como era mi caso, os guste dormir y disfrutéis de trasnochar los fines de semana para poder amanecer a las 12 del día siguiente; a aquellos partidarios de las siestas de pijama y persiana bajada, a aquellos en definitiva que necesitan sus horitas de sueño (más de cuatro) para poder ser persona en la vida, os recomiendo que toméis nota. Ya dije que escucharéis multitud de leyendas sobre este asunto, que muchos os alertarán de la que se os avecina, que vuestros amigos os instarán a dormir ahora lo que no dormiréis en adelante, que vuestros padres os pondrán en antecedentes con las noches de insomnio que vosotros les provocasteis… Se quedan cortos. Os digan lo que os diga, se quedan cortos.

Porque no es sólo que la criaturita haya venido a este mundo con el firme propósito de maltratarnos psicológicamente, particularmente de madrugada, sino que además nosotros, los padres/madres, nos autoimponemos automáticamente de forma paralela la responsabilidad de permanecer alerta durante la noche por si algo pudiera ocurrir.

De forma que el cóctel es mortal de necesidad. Por un lado, un bebé inmaduro que, sin motivo aparente (digan lo que digan los pediatras, yo creo que lloran sólo por joder) decide berrear de forma absolutamente insoportable aproximadamente cada tres horas (con suerte). Por otro lado, unos padres que, cuando el retoño duerme, no pegan ojo esperando el momento en que despierte la bestia. Consecuencia, sentimientos suicidas (tranquilos, se pasan) y unas determinadas marcas en la cara que los expertos llaman 'ojeras' pero que yo creo que son otra cosa y que día a día aumentan de tamaño hasta cubrir casi por completo la cara.

Daños colaterales y efectos secundarios: irascibilidad, problemas de pareja, bajo rendimiento laboral, ausencia de apego a la vida, ensoñaciones con paraísos tropicales y billetes sólo de ida, sentimientos de melancolía del tipo "cualquier tiempo pasado fue mejor" o enaltecimiento de las virtudes de tus amigos que antes ni apreciabas.

Las sensaciones tienden a mitigarse con el paso de los meses. Ayudan sobremanera, principalmente a partir del sexto mes, fecha en la que los expertos recomiendan que el churumbel pase a una habitación distinta a la de los padres, la utilización de dispositivos de vigilancia. Las molestias son las mismas, y además ahora tendremos que pegarnos un pequeño paseo cada vez que el enano llore, pero al menos estaremos más tranquilos sabiendo que, si le da por saltar de la cuna y colgarse de la lámpara, podremos verlo y oírlo desde la comodidad de nuestra alcoba. Aquí tenéis algunas ideas 

Mi consejo ante esta tendencia a la alteración del sueño: acostumbraos, no os queda otra. Si lucháis contra ello, estáis perdidos. Poco a poco, aprenderéis a levantaros, calmar al pequeño, ponerle el chupete y regresar a la cama sin apenas abandonar la fase REM.

jueves, 24 de noviembre de 2011

Oda a los abuelos

Si no existieran, habría que inventarlos. Los abuelos han pasado de ser pilares básicos para los pequeños a convertirse, además, en apoyos indispensables para los padres, no sólo por la ternura y el amor incondicional que profesan al niño/a, sino también por la predisposición a comerse cualquier marrón que les pueda venir encima para descargar a los sufridos progenitores. Y además con una sonrisa, que tiene perendengues.

El curro que desempeñan y la felicidad con la que, constantemente, lo desarrollan, es digno de la más profunda admiración. Nunca hay un no, nunca hay una pega, jamás una protesta, siempre buenas caras y babilla cayendo allí y allá cuando están en compañía de la peque (al menos este es nuestro caso, que habrá más tipos de abuelos que longanizas, supongo).

El caso es que no podía dejar pasar la oportunidad de reconocer y agradecer en este modesto espacio la influencia que tienen hoy en día los abuelos y abuelas y la contribución, inestimable se mire por donde se mire, a la estabilidad familiar. Porque de hecho, en muchas ocasiones de no ser por ellos y por el desahogo que nos ofrecen, esta bonita experiencia de la paternidad podría terminar como el rosario de la aurora.

Hay quien dice que no es bueno abusar de ellos, que pueden influir negativamente en la educación de los enanos (ya se sabe de la tendencia que tienen a 'malcriar' al pequeño), pero lo cierto es que yo estoy encantado y muy orgulloso de que los cuatro, aquí presentes junto a estas líneas, puedan influir en la educación de mi niña. Si es así, si el tiempo que pasan con ella afecta a la formación de su personalidad, seguro que Adriana será mucho mejor persona. Y por extensión, nosotros, sufridos padres que abusamos de su predisposición para poder 'respirar' de vez en cuando, también lo seremos.


Insisto, abuelos, si no existierais, habría que inventaros. Gracias por estar ahí, siempre, sin condiciones.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Control mental

El presente post tiene por finalidad, única y exclusivamente, dejar constancia de un hecho contrastado que está siendo analizado e investigado por las más prestigiosas universidades del mundo, incluidas las de Wichita y Connecticut, e incluso alguna española.

Durante la II Guerra Mundial, la Alemania nazi desarrolló una potente herramienta de "concienciación social" o más bien de lavado cerebral, a través de la propaganda emitida en radio principalmente, que consiguió generar una conciencia colectiva entre la población para mayor gloria del führer.

Posteriormente, durante la Guerra Fría, la CIA investigó en secreto con técnicas de control mental ante un eventual conflicto armado con la URSS, e incluso parece ser que hizo probaturas con algunos conejillos de indias en determinadas acciones bélicas, hay mucha literatura y cinematografía al respecto (ver Wikipedia, fuente de conocimiento inagotable y totalmente fiable)

Fruto de todas estas investigaciones, ha llegado hasta nuestros días un compendio de estrategias de afectación psicológica encaminadas a acceder hasta lo más profundo de nuestro subconsciente para manipularnos desde dentro y hacer de todos nosotros, sin excepción, marionetas al servicio de sus oscuros intereses. Sí, sí, muchos ya lo habéis adivinado; hablo del CANTAJUEGO.

Las retorcidas mentes que lo han ideado lo definen como "un proyecto pedagógico-musical en formato audiovisual, desarrollado por especialistas en la estimulación psicomotriz y el trabajo psicopedagógico, orientado a los niños y niñas de 0 a 6 años, que propone utilizar la música y el movimiento para poner en funcionamiento la imaginación y la fantasía" (www.cantajuego.com). Los cojones. Esto es una herramienta del demonio que tiene por único objetivo convertirnos a todos, niños y sufridos padres, en auténticos gilipollas, y me explico.

Canciones recogidas de la cultura popular y de 'vaya usted a saber' que otras procedencias (que me explique alguien qué es un ico o a quién en su sano juicio se le ocurriría hacerle una canción a un tallarín); ilustraciones que en vez de estar dirigidas a niños de 0 a 6 años parecen haber sido hechas por ellos, incluyendo mamuts rojos, perdices que parecen parodias de nuestras abuelas o monos que comen 'lechuga planchadita y sin una sola arruga, con sal y con limón'.

La caterva de personajes que transitan por estos maléficos DVD's es inagotable: el pollito Lito (oda a la imaginación de su creador, qué derroche de talento), el burro Pepe (aquí querría ver yo qué tienen que decir las asociaciones que defienden los derechos de los animales) o la viborita que tiene una campana en la cabeza y en la cola un caracol, son sólo algunos ejemplos que ilustran a las claras que detrás de este proyecto se esconden mentes malvadas que pretenden dominarnos a todos.

Con todo, se consigue un efecto hipnótico que deja a los pequeños en estado de semiletargo mientras se suceden ante sus ojos estas imágenes ideadas por Belcebú, al más puto estilo de Kubrick en La Naranja Mecánica. Pero eso no es lo peor, no. Lo peor llega cuando de repente te sorprendes a ti mismo en la oficina e incluso en la ducha tarareando y cantando temas como 'Para dormir a un elefante', 'El arca de Noé' o 'El popurrí de las manos'. Ahí ya no hay solución, el malvado plan ha surtido efecto. Divermusic (www.divermusic.com) ha logrado su objetivo y ha logrado idiotizar a un nuevo e ingenuo padre.

Según los estudios citados anteriormente, la que se ha venido en llamar "Generación Cantajuego" amenaza con dominar el mundo en un futuro próximo, más o menos dentro de unos 20 años, que será cuando las primeras víctimas de este plan maquiavélico empiecen a ocupar cargos de responsabilidad. Qué dios nos coja confesaos.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Feliz cumpleaños princesa

Un añito ya. Doce meses, 365 días y un huevo de horas y minutos que no me voy a poner a calcular. Miles de sonrisas, de carcajadas, de preocupaciones, de momentos únicos e irrepetibles que hemos tenido la suerte de compartir contigo, a tu lado, a veces asustados, por momentos incrédulos ante la suerte que hemos tenido de poder verte crecer.

Nos quedan muchos más, seguramente mejores y más intensos. Nos falta, dios mediante, verte andar, verte hablar, verte empezar a forjar esa personalidad que hará de ti una niña igual de adorable y achuchable de lo que eres ahora. Nos resta mucho por vivir junto a ti, pero de momento te damos las gracias por ser tan maravillosamente genial y por habernos dado tanto durante estos 365 días. 

Feliz cumpleaños princesa del mundo. 

martes, 8 de noviembre de 2011

La alimentación, a estudio

Nos hallamos ante el gran caballo de batalla para muchos padres y la espada de Damocles de muchos otros. La alimentación del retoño pone por momentos en serio riesgo la relación de pareja e incluso la relación de uno mismo con su propia integridad física, algo que los no iniciados entenderán a la conclusión de este post.

Para empezar, vaya por delante que esto es válido únicamente en los casos, muchos según parece, de pequeños demonios a los que, así de entrada, no les gusta nada esto de comer. Luego se convertirán, con el paso de los años, en auténticas limas que harán que tu vida no tenga otro fin que llenar la nevera para, a su vez, llenarles el estómago, pero de momento pasan del asunto olímpicamente, para desesperación paterno-materna.

Otro apunte previo. Los padres, por naturaleza, pretendemos ignorar por completo las leyes de la genética y nos obsesionamos con la idea de que nuestro hijo reviente las tablas de crecimiento, pulverice las plusmarcas de peso y destroce sin compasión los percentiles. Amigos y amigas, si los padres no levantan dos palmos del suelo y hay que mirarles dos veces para verles, es bastante probable que la descendencia siga estas mismas pautas.

Con esto aclarado, la batalla de la alimentación infantil puede comenzar:

- Lactancia materna: recomendada por pediatras y nutricionistas infantiles como la mejor opción para los recién nacidos tanto para la aportación de nutrientes básicos como para el desarrollo de defensas ante futuras enfermedades (esto es de mi cosecha, no lo he leído en ningún sitio, conste). Los primeros días con la madre aún convaleciente, es un auténtico cuadro mañanero. Tú, como padre, debes asegurarte de que el churumbel está correctamente posicionado para que se agarre a la mama. A priori parece fácil, pero como somos torpes por naturaleza, no sabemos ni por dónde cogerlo. Normalmente las tomas duran unos 20 minutos. El esfuerzo realizado por el padre durante este tiempo equivale a dos horas de ejercicio. Qué tensión por dios.
La técnica se va depurando con el paso de los días, sobre todo cuando la madre se recupera por completo y decide, sabiamente como casi siempre, prescindir de la ayuda paterna.

- Biberón: en aquellos casos en los que la lactancia materna no es suficiente o cuando la madre se reincorpora al mundo laboral (en el caso de tener trabajo, claro está, que con la que está cayendo….). Esto suele darse hacia el cuarto o quinto mes. Aquí el problema suele ser bastante más básico. Simplemente no retenemos las cucharadas de leche que hay que echar por cada parte de agua. No es que seamos tontos, es que tenemos muchas cosas en la cabeza, joer. Y cuando hay que añadir cereales, ya esto es la repanocha.
Otra cuestión que suele darse en esta etapa es la regurgitación. Se define, básicamente, como la expulsión sin esfuerzo de una pequeña parte del contenido del estómago del bebé después de comer. Coloquialmente, significa que después de una hora intentando que el jodío crío se coma 180 mililitros de leche y cereales previamente preparados por la madre, la criatura decide vomitar por su cuenta y riesgo, sin despeinarse, más de la mitad. Aquí entran en juego Ranitidinas, Motiliums y demás productos, que los padres primerizos ya conoceréis, y que ayudan bastante, poniéndonos serios, a solventar el problema.

- Del líquido al sólido: una vez el retoño ha asimilado conceptos y si los padres aún no han iniciado los trámites de separación, llega el momento de dar el salto a la alimentación sólida. Esta fase es evolutiva, es decir, se comienza con verduras y se van añadiendo otros productos como carnes, aves y pescados. Pero hay un factor común en todo ello, al margen de la ruina que supone gastarte una media de 5 euros diarios en potitos: el gran reto de la cuchara. En nuestro caso particular, el cambio no ha resultado excesivamente dramático, aunque tenemos constancia de que en otros casos es bastante más exasperante convencer a la pequeña criatura de que ahora le toca hacer un pequeño esfuerzo para comer. Si cuando sólo tienen que tumbarse y abrir el gaznate ya les cuesta, imaginaos lo que es tener que esforzarse encima para comer. Yo les entiendo.

Vamos a dejar al margen el tema de los olores en las deposiciones para no herir sensibilidades, pero he de tocar, aunque sea por encima, un asunto de máxima preocupación para los padres de los niños poco comedores. Y es que es bastante frecuente que al calamar le dé por vomitar, así, porque le mola o simplemente por llamar la atención de los padres, como si los sufridos progenitores hicieran otra cosa en esta vida que estar pendiente de él/ella.

La situación suele ser la siguiente, pongo en antecedentes: momento de la cena, recién bañada (nosotros la bañamos antes de cenar porque después se nos duerme), y con el maldito Cantajuego (detallaremos este invento de Satanás en próximos capítulos) sonando en el DVD. Todo transcurre con relativa normalidad, pese a que cucharada tras cucharada sumas más de 40 minutos para un potito de 200, o lo que es lo mismo, prácticamente un recorrido por el volumen 1 del Cantajuego casi en su totalidad. Una vez concluida la cena, el padre (la madre está ausente por motivos laborales) se congratula del éxito y se levanta para traer el postre. Cuando regresa al lugar, la niña está vomitada de arriba abajo. Lo ha hecho en tiempo record y casi sin inmutarse, como si nada, y ahí sigue con la mirada fija en la televisión como si la película no fuera con ella.

Después de maldecir un par de veces en voz alta y de repasar mentalmente una y otra vez la bonita historia de Herodes, el padre se remanga y, con sumo cuidado y mucho asco, toma con dos dedos por las axilas a la pequeña y la traslada a paso acelerado al baño. Una vez allí, con la niña goteando y a una distancia prudencial de unos 20 centímetros, brazos estirados, el progenitor se percata de otro hecho que lo cambia todo: también se ha cagado. Las preguntas se acumulan: "¿Y ahora qué coño hago? ¿Dónde la dejo? ¿Cómo le quito el pañal sin ponerlo todo perdido?" Para todas estas cuestiones sólo hay una respuesta. Hay que pringarse, no queda otra, y además no hay nadie que te ayude.

Con una destreza impropia, le quitas la ropa, la lanzas al suelo (extendiendo de forma consiguiente el asunto por otras zonas de la casa), la sujetas con una mano mientras con la otra le quitas el pañal y también lo lanzas al suelo (huelga decir cómo queda el suelo), le pasas diez o doce toallitas todavía en volandas y la depositas finalmente en la bañera. Misión cumplida.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Pautas para un día de lluvia


1- Levántese lo antes posible, si es menester alrededor de dos horas y media antes de la hora prevista.
2- No desayune, póngase manos a la obra directamente y prepárese para pelearse con una niña de un año que no quiere vestirse. Consejo: los cabezazos contra la pared no funcionan en estos casos, ni siquiera alivian.
3- Después de vestir a la criatura y dejarla con apariencia de Don Pimpón, dispóngase a peinarla. Si no se deja, que será lo que ocurra, limítese a intentar que el pelo no se asemeje en demasía al de la siempre querida Alaska.
4- Una vez vestida y peinada, deposítela en algún lugar amplio y protegido, preferiblemente cuna de viaje o similar, para que se entretenga mientras usted procede a tirarse el café por encima y a vestirse de cualquier manera.
5- Recoja a la pequeña de la cuna de viaje, vuelva a peinarla y a colocarla los zapatos, limpie sus mocos e introdúzcala con sumo cuidado en el saco previamente habilitado en la silla de paseo.
6- Tras la pelea de rigor, cierre el saco, suba la cremallera, coloque la barra de seguridad en posición horizontal e introduzca el chupete en la boca del retoño, a ver si se calla.
7- A continuación, coloque el plástico alrededor del carro para tratar de impermeabilizarlo. No se sulfure, es imposible, así que limítese a dejarlo aparente para que los vecinos no comenten.
8- Ubique la bolsa con todos los objetos de higiene personal de la pequeña en una zona a la que no llegue el agua. En este punto tampoco se sulfure, también es imposible. Disponga el resto de bolsas, mochilas, arrullos y objetos de diversa índole alrededor del vehículo como buenamente pueda.
9- Con todo preparado y ya en la calle, dé media vuelta y regrese a casa a por el paraguas, que se le ha olvidado.
10- Una vez en la calle paraguas en mano, ponga en liza toda su destreza para ser capaz de conducir el carro con una mano, esquivando deposiciones caninas dispuestas por todo el trayecto, a la vez que con la otra intenta que el citado paraguas cumpla su función. Si no lo consigue, los cabezazos contra la pared siguen sin funcionar en este caso.
11- Después de media hora de camino con el brazo contracturado a consecuencia del esfuerzo y con el pantalón calado hasta la altura, más o menos, de la rodilla, dispóngase a llegar a su destino.
12- Antes de ello, maldiga en voz alta unas cuantas veces a los lumbreritas de los ingenieros que no han diseñado hasta la fecha un dispositivo adecuado para acoplar el paraguas al carro.
13- Despídase de la pequeña y olvídese de los 12 puntos anteriores con solo mirarle a la carita.

lunes, 31 de octubre de 2011

Separaciones

Voy a abandonar por unos momentos el tono jocoso e irónico para ponerme serio. Hago aquí un paréntesis en los avatares de un padre primerizo para, sin que sirva de precedente, abrirme y tratar de explicar otra nueva sensación que embarga y descoloca a los progenitores llegado el momento.

Hablo de la primera separación, no de esa primera vez en que le encasquetas el churumbel a los abuelos para irte de jarana con tu santa, no. Hablo de esa primera separación en la que los abuelos toman cartas en el asunto y deciden llevarse cuatro días a la enana a pasar el Puente a Galicia.

Hacía mucho mucho tiempo que no tenía una sensación de vacío y de desubicación semejante a esta. De repente, te das cuenta de que todas tus rutinas diarias giran en torno a ella, tanto las negativas como las positivas. Lo que priori se podría interpretar como un periodo de desconexión necesario e incluso beneficioso para uno mismo y para la pareja, se convierte en una sensación de desasosiego que debe ser muy similar a la desintoxicación de Proyecto Hombre.

Para empezar, a los pocos minutos de haberse ido ya empiezas a echar de menos sus risitas, sus grititos, sus gamberradas… echas en falta que capte tu atención, que requiera tu presencia. La casa se queda aterradoramente silenciosa y parece mil veces más grande.

Para sobreponerte a ello, y porque también apetece, haces planes con tu pareja. Te despiertas más tarde de lo habitual, recuperas la buena costumbre de tomarte una cañita en Chueca y de ponerte ciego en un restaurante japonés, vuelves a pisar un cine después de casi un año (hay que ver lo que ha mejorado el 3D, muy recomendable Tintín)…. Todo ello a trote cochinero, sin las prisas y los agobios que normalmente provoca la criatura. Si se da, quedas con los amigos y te metes entre pecho y espalda tres botellas de vino a golpe de domingo, qué cojones, pa un día que quedamos….

Recargas las pilas, recuperas vida de pareja… pero esa sensación no te abandona. La echas tantísimo de menos que tienes que obligarte a no pensar en ella, a no coger el teléfono cada hora para ver cómo está, a no abrir las fotos guardadas en el teléfono para mirarlas una y otra vez. Yo esto lo he vivido con 15 años, pero esto es otra cosa. Esta desazón es mil veces mayor, la dependencia física y sentimental que genera un hijo no es explicable hasta que lo vives. Y por desgracia, a las separaciones uno nunca se acostumbra.

Ya sólo quedan dos días para que vuelva. A partir del martes, volveremos a quejarnos de lo duro que es ser padre y del poco tiempo que nos deja para otras cosas. Mientras tanto, nuestra ciclotimia nos obliga a seguir echándola de menos y a pensar en ella a cada instante.

viernes, 28 de octubre de 2011

Primeras interacciones (III)

En el momento en el que uno da la buena nueva a familiares y amigos sobre el mal llamado 'estado de buena esperanza', se suelen suceder los comentarios jocosos y los consejos de aquellos que ya han pasado por esta maravillosa experiencia. "Duerme ahora, que luego te vas a cagar" suele ser el más comentado, aunque cuando el cigoto apenas supera el tamaño de un grano de arroz basmati es difícil ponerse en esa tesitura.

Luego, con el tiempo, no hay día en que el suicidio no te ronde por la mente. Eso sí, te sientes feliz por la existencia de tan maravillosa criatura y lo demuestras con una gran sonrisa "de ojera a ojera".

Los primeros días, aún en el hospital si el alumbramiento se produce por cesárea, como fue el caso, la cosa parece más liviana de lo esperado. Las cabezadas apenas duran 20 minutos, y suelen interrumpirse bien por el llanto criminal del retoño, bien por tu propia intranquilidad para comprobar que todo marcha bien. Como transitas por un estado de semiinconsciencia generado como consecuencia del torrente de emociones vividas, apenas le das importancia y le restas dramatismo. Cuando la situación se prolonga cinco meses, te replanteas el sentido de la vida y te preguntas qué has hecho en otra vida para merecer semejante castigo.

Yo de las cosas de la naturaleza entiendo poco, y no voy a cuestionar los principios básicos de la vida. Pero señores míos, ¿de verdad no hay otra forma de llamar la atención de los padres que berreando a las 3 de la mañana como si nos fuera la vida en ello? Vale que todos lo hemos hecho de pequeños, pero yo no me acuerdo y eso me exime de responsabilidad.

Paralelamente, la sensación de desazón y exacerbación aumenta exponencialmente cuando el permiso de paternidad toca a su fin. Si a esto añadimos una madre de sueño profundo, la cosa se torna desalentadora.

Pese a ello, ponemos en liza toda nuestra habilidad para, con el tiempo, ser capaces de calmar al bebé, cambiarle o alimentarle si es menester, farfullar y mascullar maldiciones del tipo "quién me mandaría a mí" y mantener un hilillo de sueño para volver a dormir otra horita en cuanto se calle. Todo a la vez, para que luego digan que los hombres no podemos pensar y mascar chicle a la vez.

En definitiva, nos hallamos ante uno de los mayores "peros" de la paternidad, como muchos de los que ya lo sois sabréis. Para los que aún no lo seáis y estéis en ello, ahí va un consejo: dormid ahora, porque luego os vais a cagar.

lunes, 24 de octubre de 2011

Primeras interacciones (II)

Sin embargo, amigos, no todas las interacciones con el retoño son positivas. A las interacciones que podríamos llamar "afectivas" preceden aquellas otras a las que podríamos denominar "imperativas", y que normalmente son del tipo 'él se caga, tú le cambias' o 'el llora, tú te jodes y no duermes'.

Empecemos por las primeras. El momento de cambiar a un recién nacido es al mismo tiempo tenso y asqueroso, aunque sea el tuyo. Oiréis miles de leyendas sobre esto a familiares y amigos, como "la caca de tu hijo no huele" o "en cuanto le cambies dos veces, ya te habrás acostumbrado". Mentira, es todo una falacia. El primer contacto con las deposiciones de tu vástago se produce a las pocas horas de nacer, cuando tú aún no sabes qué es una toallita o por dónde cojones se abrocha el pañal y desconoces que nunca, y digo nunca, debes escurrir la esponja en el barreño con agua tibia después de haber hecho una primera pasada por el culo del niño.

Bien, cuando estos principios aún no están lo suficientemente asumidos, llega el famoso meconio. Vale, acepto que no huele. Y también que es algo natural e incluso sano para el bebé. Pero por dios, ver que del culito de tu hija que apenas conoces sale una sustancia negruzca y viscosa más parecida al chapapote del Prestige no mola nada.

El segundo paso es 'qué coño hago con esto'. En mi caso, con la sufrida madre recuperándose de la cesárea, tocó hacer de tripas corazón y encarar con valentía y estoicismo el primer cambio de pañal. A juzgar por la bronca que me echó la enfermera no debí hacerlo excesivamente bien. Ahí va un consejo. Si el pequeño está orinando, no es buena idea cogerle por las axilas como si fuera El Rey León, suele salpicar.

Los cursos de preparación al parto tampoco son muy útiles en este sentido. El momento tiene miga, un cara a cara entre tú y la deposición, con los movimientos espasmódicos e impredecibles del niño para añadir un poco más de dificultad al asunto. Es la primera vez que estáis a solas tú, tu bebé y el meconio, rodeados por un ejército de toallitas, compresas, esponjas, palanganas, pañales (por si no atinas a la primera) y, normalmente, una legión de familiares que tienen mucha curiosidad por ver cómo haces el ridículo, lo cual con tanta presión, suele suceder.

Con el tiempo, el cambio de pañal se convierte en algo cuasi rutinario. La dificultad disminuye de forma inversamente proporcional al asco que van generando las deposiciones, fruto parece ser del cambio de alimentación.

En el próximo capítulo: el sueño o qué cojones hay que hacer para volver a dormir 5 horas del tirón.

lunes, 17 de octubre de 2011

Primeras interacciones (I)

Llega un momento, no sabes muy bien cómo ni cuándo, en el que de pronto percibes que te mira, que te sigue, que te observa e incluso hasta dirías que te reconoce. De buenas a primeras esos ojos que antes permanecían inexpresivos y somnolientos ganan vida, se posan en los tuyos y consiguen que se te encoja el corazón.

Tiene huevos intentar explicar con palabras y a través de un blog esas primeras sensaciones en las que, de buenas a primeras, eres consciente de que ese ser minúsculo que te despierta tanta ternura empieza a ser consciente de quién eres. En realidad no sabes si te reconoce o no, si tiene algún tipo de constancia sensitiva o instintiva de que ese personaje que le mira con cara de imbécil es su padre, su supuesto referente en la vida. Si lo supiera, daría media vuelta y se marcharía por dónde ha llegado, así que es de suponer que la interacción se basa únicamente en las vibraciones que le transmite tu mezcla uniforme de devoción y pánico.

Esa mirada, sea cual sea la causa que la motiva, esa primera vez en que los ojos de un hijo se posan pausadamente en los ojos de su padre, eso no tiene precio. Ni voy a intentar explicar las sensaciones que desencadena y provoca. A mí, sencillamente, me hizo sentir que no soy digno, y todavía cuando me mira y me sonríe con esa naturalidad, con esa sinceridad, sigo pensando que no lo soy.

Y es que la sonrisa de un hijo es tan sumamente sincera que acogota. Acostumbrados como estamos a utilizar la sonrisa como herramienta, como escudo incluso si me apuráis, toparte de repente con una que no esconde nada, que únicamente trata de transmitir la felicidad que siente, es indescriptible.

Estas dos simples acciones, una mirada y una sonrisa de tu hijo, convierten en especial cualquier momento. Y eso no hay crisis que lo tumbe.

martes, 11 de octubre de 2011

Un pequeño paréntesis

Bueno, sólo quería hacer un pequeño y breve paréntesis en la narración de mis entresijos para agradecer a todos los que os habéis parado a leer esta sartá de tonterías las molestias que os habéis tomado. En serio, más de 500 conexiones en apenas un mes de vida es todo un honor para un blog tan modesto y que aporta tan poca cosa, aunque la mayoría sé que son de mi madre que estará todo el día con el dedo en el F5 para que su niño se alegre.

En fin, gracias a todos por compartir conmigo vuestro tiempo y dedicar unos minutos a esta gran chorrada. La autoterapia, con vosotros al otro lado, es mucho más efectiva.

¡¡Abrazos!!

lunes, 10 de octubre de 2011

Biorritmos

Cuando inicias una nueva relación con alguien, los biorritmos de ambos deben acompasarse y acoplarse. Con tus amigos, normalmente esto se consigue casi de inmediato a base de borracheras. Con tu pareja, suele acelerarse el proceso con largas charlas a la luz de las velas y los posteriores entresijos de alcoba. Con tu hijo recién nacido ¿cómo coño se hace?.

A priori, y teoría en mano, el proceso debería ser mucho más simple con tu retoño que con cualquier adulto, sea de la especie o género que sea. Las inquietudes y prioridades de padre e hijo son las mismas, a saber, dormir y comer; con algún matiz de otra índole como hacerse las necesidades encima que merecerían un análisis a parte.

Bien, con estas premisas, el acompasamiento de los biorritmos debería ser sencillo. Pues no amigos, no lo es. La criaturita se empeña en variar continuamente el proceso, de manera que quiere comer cuando el padre duerme y quiere dormir cuando el padre intenta comer o realizar cualquier otra actividad. Todo ello, aderezado con los correspondientes llantos y alaridos, obviamente.

Los días se suceden, las semanas van pasando y el padre observa con absoluta perplejidad cómo madre e hijo se entienden casi al instante. Basta una palabra, una caricia o un susurro para que el pichón se calme. Nos ha jodido, se conocen desde hace nueve meses.

Por su parte, todos los intentos del progenitor y autor material (en teoría) de la semillita chocan de frente con los caprichos del pequeño. De hecho, se produce en estos primeros meses una clarísima animadversión del retoño hacia su padre que se plasma en berridos a las tres de la mañana, deposiciones repentinas cuando le está cambiando de ropa o regurgitaciones sobre la camisa paterna cuando éste está a punto de salir camino del trabajo. El motivo, según han logrado descifrar investigadores de la Universidad de Wichita tras años y años de estudio, es solo uno: el bebé desarrolla una reacción instantánea cuya finalidad es joderle la vida al padre por intentar hacerle del Atleti.

En el próximo capítulo: Primeras interacciones 

viernes, 30 de septiembre de 2011

El encuentro

11 de noviembre de 2010. Jueves. Son las 14:30 horas pasadas y llevamos aquí desde las 8 de la mañana. Los nervios y la tensión empiezan a hacer mella en el ánimo. Hace un calor de mil demonios en esta habitación de la clínica San José, que digo yo que pa ser privada y acoger a SM el Rey cuando requiere de cirugía, ya podían regular un poco la temperatura. ¿Pasará calor Juancar cuando viene?. Siguen pasando los minutos. Casi 20 desde que se las bajaron a quirófano y yo aquí solo esperando. Sin noticias de Adriana.

14:40 aproximadamente. Mi santa madre y mi santa suegra han abandonado sus menesteres alimenticios a medio engullir y han optado por venir a hacerme compañía. Se agradece, la habitación se queda pequeña para las ganas que tengo de salir corriendo e irrumpir en el quirófano para comprobar si todo va bien. Aquí nadie dice nada. ¿Y este calor, es normal?.

14:45 aproximadamente. Llevo más de 5 minutos con los ojos fijos en el tirador de la puerta. Me mareo. Gracias a mi santa madre y mi santa suegra que han tenido a bien traerme agua, no pierdo el conocimiento. Aunque me gustaría. Sin noticias de Mónica y Adriana.

14:50 horas aproximadamente. La puerta por fin se abre. Una joven asoma la cabeza, nos mira. "¿Alguien necesita peluquería?". Una recortada de doble cañón necesito yo.

14:55 horas aproximadamente. La puerta se vuelve a abrir. La matrona es capaz de esquivar con ágil movimiento de cabeza la botella que le lanzo. "Creo que esto es para ti", dice. Y así, sin más, me pone en los brazos una cosita diminuta enrollada en un arrullo, con gorrito y guantes a juego (pues anda que no es nadie mi mujer). Mantiene los ojos entreabiertos y me mira, aunque no me ve. Es hermosa. En realidad no existe una palabra para describir lo bonita que es. La sostengo en mis brazos, mirándola fijamente. Mi santa madre y mi santa suegra hablan y exclaman algo, pero no acierto a entender qué. Yo sigo mirándola. He estado 9 meses preparándome para este momento, imaginando cuál sería mi reacción. Pensé que lloraría. Pues no. Sólo siento una enorme paz al mirarla. No creo que pueda haber un momento más bonito que este, aunque suene tópico. Siguen sonando voces, pero en esa habitación sólo estamos los dos, mirándonos.

15.05 aproximadamente. No sé en qué momento, me han arrebatado de los brazos a mi hija. Mi santa madre y mi santa suegra se disputan su hegemonía. Yo permanezco sentado en el sillón de esta habitación (copón que calor hace) esperando a que suba Mónica. Ya nos han confirmado que ha ido todo bien. Sin noticias del pánico.... 

domingo, 25 de septiembre de 2011

Consideraciones previas

Siempre había pensado que el momento en el que a uno le anuncian que va a ser padre debía estar cargado de emotividad y de un subidón de adrenalina comparable con pocas cosas en la vida. Bueno, eso siempre y cuando el retoño sea deseado, obviamente, de lo contrario me temo que los efectos serían los opuestos.

En mi caso, la emotividad se vio diluida por una simple razón: tenía mucho sueño. A mi santa no se le ocurrió otro momento para dar tal noticia que un sábado de febrero por la mañana, pero muy muy por la mañana por lo que recuerdo. Apareció en el dormitorio, test en mano, y me despertó abruptamente para que confirmara si lo que yo veía en ese aparatito eran dos rayas o no eran dos rayas. Pues sí, eran dos rayas.

Lo que recuerdo a continuación es a los dos en la cocina mirando con cara de imbéciles aquellas dos rayitas y preguntándonos una y otra vez si eso era fiable, si eso significaba lo que creíamos que significaba, si podía haber algún error. No había error, a los hechos me remito. A partir de ese momento se desencadena en la mente masculina un torbellino de pensamientos y de dudas, del tipo 'dónde coño voy yo con un hijo' o '¿seré capaz de cuidar de un calamar cuando no sé cuidar ni de mí mismo?'. Y por supuesto, una última promesa antes del gran momento: 'Me tengo que coger el último gran pedo'.

En la mente femenina se desencadena otro torbellino de ideas algo distintas, del tipo 'ay que sea niña para ponerle coletitas' o 'hay que buscar otro sitio, que aquí ya no cabemos'. Por supuesto, también hay una última promesa: 'voy a hacerle la vida imposible durante 9 meses al mamón que me ha dejado preñada'.

Y es que nadie se ha parado a pensar en lo que sufrimos los futuros padres desde que somos conocedores de la noticia hasta que llega el momento del alumbramiento. Vale, que sí, que nosotros no engordamos 15 kilos (algunos) ni tenemos las hormonas en rompan filas, ni se nos hinchan los tobillos, ni tenemos que ver cómo nuestro cuerpo se modifica por momentos. A nosotros no nos pasa, no, ¡pero tenemos que ver cómo os pasa a vosotras! Y eso por no hablar de la cuarentena, a la que dedicaré capítulo aparte.

En definitiva, corazones, el periodo de gestación, además de eterno, es tremendamente costoso emocionalmente para nosotros. Por eso recurrimos en mayor medida a las juergas con los amigos, por eso llegamos más borrachos que de costumbre, por eso alguna vez podemos oler a perfume femenino... no es que nos guste, es por sobrellevar la carga que suponer encarar los últimos 9 meses de libertad, vigilada eso sí.

Cito aquí al gran Matías Fernández, y a una definición que me ha hecho llegar: Ser padre es la única carrera en la que te dan el título cuando te matriculas. Genial, sin duda.

En el próximo capítulo, reflexiones sobre el primer contacto con el ser llamado "hijo".

viernes, 23 de septiembre de 2011

Prólogo: El 'leitmotiv'

Hace tiempo oí que la mejor forma de superar traumas era plasmarlos en papel. Sentarse ante un folio en blanco y escribir todo aquello que te angustia parece ser que reconforta y hace salir los demonios que todos llevamos dentro. A mí la terapia, a priori, no me parece la más adecuada (he probado el lexatín y la paroxetina, qué más puedo decir), pero dadas las circunstancias me pongo a ello. Por probar…


Es por todo ello que he decidido reconducir mi condición de "Blogger" político (cerrado por desuso) a la de "Blogger" cotidiano (aconsejado por la gran MartinaPez, la única persona que escucha mis idas de melón) y me lanzo a la aventura de plasmar en pantalla mis aventuras y desventuras como padre primerizo, que las hay y muchas.

Mis pretensiones, por tanto, no son ni mucho menos sentar cátedra, ni por asomo me planteo aconsejar a nadie sobre qué hacer o cómo afrontar esta terrorífica experiencia que supone ser padre. Sí, sí, no nos engañemos, ser padre es una de las cosas más intensas que se pueden vivir, pero no por eso está exento de un acojone que, reconozcámoslo, nos supera en el 90 por ciento de las ocasiones. ¿Lo mejor que te puede pasar en la vida? Bueno, a bote pronto se me ocurren un par de cosas mejores, pero tampoco quiero aburriros con mis fantasías sexuales.
 
Para empezar, os presento a la auténtica protagonista de esta historia. No os dejéis engañar por esa sonrisa inocente, esos enormes ojos y esa carita de no haber roto nunca un plato. No los ha roto aún, cierto es, pero tiempo al tiempo. Detrás de esa apariencia angelical, que debemos a los genes maternos (a los hechos me remito) se esconde un torbellino que se acerca al año de edad y que ya ha conseguido, así de entrada, que su progenitor haya sentido ganas de echar a correr después de años apoltronado en un sofá. Bromas aparte, Adriana es el motor que mueve mi mundo desde hace casi 11 meses, tan rápido a veces que marea, así que se merece, como mínimo, este espacio.