viernes, 18 de mayo de 2018

Hat-trick, llegó el tercero

En marzo de 2016, en un alarde de irresponsabilidad y dotes premonitorias, me atreví a escribir un texto irónico sobre las “ventajas” de tener un tercer hijo. Por aquel entonces aún sufría las consecuencias de haberme embarcado en la aventura de criar a dos vástagos, y me resultaba del todo impensable siquiera la posibilidad de extender la familia hacia esa figura tan idílica como heroica que se denomina ‘familia numerosa de categoría general’.

Muchas cosas han cambiado desde aquel fatídico texto. Por el camino han quedado algún que otro trabajo, más de un amigo y una dosis importante de integridad. Hemos ganado, a cambio, muchas otras. Decenas de canas, centímetros de ojeras y toneladas de responsabilidad que, superados ya con creces los 40, se aferran a uno y no le dejan apenas respirar. Pero no solo ha cambiado eso.

Nueve meses después de aquel texto publicado entre ‘jijís’ y ‘jajás’, como si de un cruel vaticinio se tratara, el destino nos trajo la noticia. Nos encaminábamos hacia el precipicio de repetir experiencia en la crianza de un tercer crio, cuando ya creíamos superados los traumas del pasado. El shock inicial se fue tornando poco a poco en ilusión, una vez asumida la buena nueva y después de hacer hueco en nuestros corazones al próximo inquilino de esta superpoblada familia que nos hemos montado a golpe de riñón.

El 30 de mayo de 2017, hace ahora casi casi un año, nacía un ángel. Martín, le llamamos. Con él hemos vuelto a aprender mil cosas que teníamos desaprendidas. Hemos vuelto a tardar horas en salir de casa, hemos recuperado la buena costumbre de desayunar-comer-merendar con el Cantajuego volumen 1, a dormir con un ojo abierto, a los viajes en coche hacinados como sardinas en lata aunando en un mismo habitáculo llantos, gritos y Cadena Dial; hemos reinstaurado la esclavitud en los abuelos, hemos puesto de moda de nuevo el Tetris, hemos perdido el poco espacio que nos quedaba y hemos compuesto réquiems a nuestro ocio y tiempo libre. Hemos sacado del armario los nervios, los baberos, los chupetes y los bodies de manga larga. Hemos implantado los baños “a tres”, los desayunos en la cocina estilo Hermanos Marx y la técnica depurada durante años para apartar objetos peligrosos de su alcance. Hemos tapado enchufes y hemos destapado inquietudes. 

Hemos perfeccionado el cambio de pañal a una mano, la toma nocturna con los ojos cerrados y el movimiento  ninja cuando duerme.

Hemos sufrido, llorado, discutido, jurado en arameo, gritado, callado, mirado hacia otro lado. Hemos rogado clemencia. Pero también hemos amado (con mayúsculas) y amamos a esta criatura celestial que nos alumbra cada día, que ha venido para cerrar con honores el círculo abierto allá por 2005.

Martín cumple 1 año el próximo 30 de mayo. Ha llegado sin hacer ruido, casi por sorpresa, para volver a poner patas arriba nuestras vidas. Y lo ha hecho como es él, sonriendo y con esos ojos azules imponentes muy abiertos. Porque a veces, solo a veces, las cosas que realmente importan ocurren así, casi por casualidad, y aunque uno tarde en asumirlas, al final son las que verdaderamente merecen la pena. 


1 comentario:

  1. Si yo tuviera hijos que no es el caso , creo que no lo describiría mejor. Animo valiente, nos vemos en breve para disfrutar de la manada.

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