viernes, 17 de octubre de 2014

Feliz cumpleaños, Nachete

Pues hale, que ya ha pasado un año. Un añito entero desde que esta cosita que veis abajo decidiera adelantarse y romper la bolsa antes de tiempo y ponernos los atributos masculinos de corbata con un parto de lo más movidito. Un año entero desde que, a eso de las 3 de la mañana, decidiera que ya estaba bien de andarse quietecito y que ya tocaba comenzar la fiesta. Desde ese momento, hace justo un año, esto es lo que ha sido la vida para él, una fiesta. Para su padre no tanto, yo me he saltado la parte festiva y he pasado directamente a la resaca. Un añito entero en el que el pieza, ahí donde le veis, ha ido dando retazos sólidos y bastante contundentes de lo que va a ser su personalidad. Rasgos de lo que se presupone que será su esencia. Detalles de cómo se configurará su temperamento y su carácter. Esbozos, en definitiva, de que está como un cencerro.

Un añito ya, señores, que se dice pronto. Su padre, el que suscribe (en teoría) es un año más viejo, con más canas en la perilla y con bolsas en los ojos del tamaño de Alabama. La travesía se está haciendo dura, no lo voy a negar, porque con dos niños al cuidado la cosa se complica y porque, quieras que no, el tiempo hace mella. A ello se une que Nacho es chico. Pero chico chico, o lo que es lo mismo, es más inquieto que Don Quijote en un parque eólico.
Con todo, haciendo balance, sigue siendo un privilegio poderle ver crecer, poder ver cómo interactúa, cómo forja su genio, cómo llora, grita, patalea y muerde si es menester con tal de salirse con la suya, cómo después te mira con esos ojillos como si no hubiera pasado nada y claro, te derrites. Cómo, a pesar del agotamiento y la jaqueca que a veces genera, tenerle en brazos y poder besarle y achucharle es una bendición. Feliz cumpleaños, Nachete


lunes, 6 de octubre de 2014

DILIs del mundo, uníos

Ya desmonté en este mismo espacio tiempo atrás los mitos sobre el presunto y supuesto atractivo que despertamos los padres entre el género femenino. Ha quedado demostrado con hechos que la capacidad del padre para provocar instintos primarios entre las féminas, ya sean casadas, madres, solteras, abuelas o estudiantes universitarias, no guarda relación alguna con el hecho de llevar un niño/a colgado del brazo.

Más bien al contrario, ha quedado evidenciado que la invisibilidad del padre hacia el género opuesto se acrecenta y acentúa cuando nos exponemos en la vía pública con un retoño, dado que todas las miradas, comentarios, carantoñas y zarandajas se dirigen de forma exclusiva hacia él.

Pues bien, traigo ahora a colación otro mito más que en las últimas fechas se está extendiendo en redes sociales bajo la etiqueta “DILFs”, acrónimo de origen anglosajón resultante de la expresión ‘Dad I’d Like to Fuck’, o lo que es lo mismo, ‘Padre con el que me acostaría’, y que no es más que una extensión de las conocidas MILFs o maduritas sexys que surgieron tras el fenómeno de Amercian Pie y la madre de Stifler.

Parece ser que se están poniendo de modas los DILFs, o papás con actitudes cariñosas para con sus vástagos que, además o quizá como consecuencia de ello, desprenden y destilan atractivo y poder de seducción hacia el sexo opuesto (y hacia el propio, obviamente). Se citan a modo de ejemplo casos como los de Ryan Gosling, Hugo Silva, David Beckham o Brad Pitt. Ahí es ná.

Ahora resulta que esta caterva liga porque son padres, no te jode. ¿En qué lugar nos deja esto al resto? Si ellos, guapos, ricos y famosos, son DILFs ¿qué somos los demás?  ¿DILIs? ¿Dads I’d like to Ignore? ¿Acaso esta clase de “padres buenorros” se pasan la noche en vela porque lloren sus hijos? ¿Les manchan sus rubísimos y guapísimos bebés sus trajes de Armani cuando les dan el potito multifrutas? ¿Se ensucian sus preciosas manos con las deposiciones de sus críos? ¿Llegan a casa después de currar 8 horas y se lían la manta a la cabeza para preparar meriendas, bajar al parque, bañar a los niños, darles la cena y acostarles? ¿Lidian con los pequeños cuando se ponen cabezones y pretenden llamar la atención? ¿Salen de madrugada en busca de farmacias de guardia para abastecerse de Dalsy y/o Apiretal cuando la fiebre aflora? Dúdolo.

Es fácil ser DILF cuando sólo tienes que preocuparte de ponerte mono para las fotos, durmiendo a pierna suelta y sin preocuparte de llegar a fin de mes. Así la piel luce mucho más tersa y el pelo reluce bajo el sol de otoño, nos ha jodido.


Desde aquí hago un llamamiento a todos los DILIs del mundo para que nos unamos y seamos tendencia con nuestras ojeras, nuestras camisas arrugadas, nuestro pelo descuidado (el que aún lo mantenga) y nuestro culo pelao de cambiar pañales, calentar biberones, aguantar llantinas y pasar noches en vela. DILIs del mundo, unámonos.


viernes, 26 de septiembre de 2014

Ensayo sobre la ceguera

Sobre la mía, concretamente. Tras una bronca paterno-filial generada por  una de esas travesuras que los hermanos mayores llevan a cabo para llamar la atención de sus sufridos padres, Adriana se marchó cabizbaja a su habitación.

Al día siguiente, al ir a despertarla de buena mañana, su madre y yo vimos en su pizarra un dibujo de un monigote con cara triste, difícil de identificar por lo abstracto del retazo pero con una línea en forma de U invertida en la zona de la boca muy evidente.

Le preguntamos por la identidad del personaje del dibujo, y nos contestó que era ella. El nudo en el estómago que me provocó esa respuesta y la imagen de ese dibujo es indescriptible. Adriana, triste por la regañina (seguramente desproporcionada) de su padre, plasmó su estado de ánimo en un dibujo, en unos breves trazos a tiza que no pueden ser más elocuentes y que merecen, cuanto menos, una reflexión.

A menudo somos incapaces de medir la hipersensibilidad de nuestros pequeños, les tratamos como mayores, demandamos de ellos reacciones y comportamientos que no se corresponden a su edad, a su condición de niños inocentes a los que cualquier palabra fuera de tono, cualquier grito, cualquier amenaza velada, les hace un daño tremendo que espero no sea irreparable.

Pretendemos que niños de 4 años entiendan nuestra idiosincrasia, que se pongan en nuestro lugar y permanezcan quietos y callados en un rincón porque papá está cansado o porque papá quiere tranquilidad. Eso es ceguera, de la peligrosa, de la dañina, de la que acaba convirtiendo a nuestros pequeños en blancos de nuestra ira, volcando sobre ellos frustraciones que acaban en dibujos en pizarras que se clavan como puñales.


Esta mañana, nada más levantarse, Adriana me ha dicho: “Papi, ¿me perdonas?”. Tras recibir la absolución, y sin decir nada a nadie, se ha dirigido a su habitación, ha borrado la cara triste, y ha dibujado en su lugar una sonrisa. Y a mi me ha matado de amor.


jueves, 25 de septiembre de 2014

Mi hijo me pega

Pero así, como suena. Y no de una forma cariñosa provocada por su falta de coordinación psicomotriz, no no. Me pega con la mano abierta y con cara de chino cabreado al que le han quitado los palillos a la hora de comer.

Desconozco hasta la fecha si se trata de un frustración generada por la incapacidad de verbalizar el odio que me profesa cuando me bato en duelo con él blandiendo en la diestra la cuchara, o si por el contrario canaliza en forma de guantazo rural lo mal que le caigo como padre.

Pero el caso es que me pega, apretando los cuatro dientes que tiene y frunciendo el ceño, sacando a relucir el gen de Cuenca que lleva en sus adentros. De momento la cosa no ha pasado a mayores y hemos solventado los conatos de violencia con unas cuantas cosquillas, pero por si acaso voy a ir llamando a Pedro Aguado para que me vaya haciendo un hueco.


lunes, 15 de septiembre de 2014

No importa, papá

No importa, papá. No importa si has tenido un mal día en el trabajo y estás de mal humor. No importa si me gritas sin motivo aparente, porque estás cansado y no puedes más. No importa si no quieres jugar conmigo, ni que estés ahí sentado con cara de pocos amigos mientras me bañas. 

No importa que montes en cólera si tardo más de la cuenta en comer, o que frunzas el ceño si te pregunto cualquier cosa inoportuna. No importa que blasfemes,  que jures en arameo o que maldigas una y otra vez tu suerte por no tener tiempo para nada. 

No importa, nada importa, porque te quiero y el amor de un hijo no atiende a razones. 


martes, 19 de agosto de 2014

Diferencias

Hace unos días, un familiar (sin hijos, claro) me preguntó por qué había abandonado la terapéutica actualización de este blog. Mi respuesta fue que ya no tenía nada sobre lo que escribir. Meditando sobre esto, he llegado a la conclusión de que no es del todo cierto. Las peripecias, las experiencias, los denodados intentos por comprender la mente del infante siguen ahí, intactas. Lo que ocurre es que a determinadas alturas de la paternidad, la anestesia que uno padece es tal que todo se normaliza y se contextualiza de tal forma que se le resta importancia y emotividad al día a día.

Bien, Nacho llegó a nuestras vidas hace ahora justo diez meses. Voy a intentar describir brevemente en este post las diferencias y similitudes halladas entre un bebé hembra y un bebé macho, que no son pocas.

Para empezar, no es que el niño sea más activo, más inquieto o más curioso, no. Lo que ocurre es que el niño está como una puta cabra mocha, y que me perdonen los puristas. Grita, patalea, se arrastra por el suelo como una lagartija (no gatea, eso requiere mucho esfuerzo, ha salido al padre), brama, te araña, te golpea si es menester. Mi suegra le llama terrorista chiita, pero dudo yo que muchos chiitas hayan presenciado semejantes torturas.

Come, eso sí. Pero come cuando le apetece, no cuando tú le digas. Come, sí, pero eso siempre que aciertes con la cuchara en su implacable lucha por rematar de cabeza cada acercamiento del cubierto a la boca. Lo ideal es que un progenitor le inmovilice con movimientos de yudo mientras el otro blande la cuchara e intenta que un porcentaje superior al 60% del plato acabe en el estómago. El resto, irremediablemente, acabará a partes iguales en las paredes y en el pelo y/o ropajes de los padres.

Duerme como un lirón, semejanza que cabe resaltar con su hermana. Pero aún en esto, hay diferencias. Mientras que Adriana, alías La Bendita, caía en brazos de Morfeo sin contemplaciones, Nacho pelea, Nacho llora, Nacho grita, Nacho se lamenta de su suerte por verse “obligado” y “arrastrado” a la inmisericorde labor de….. comer, dormir y cagar.

El baño, otrora momento de relajación y esparcimiento con Adri, se convierte en este caso en una pelea entre el hombre y la fiera en aguas amazónicas. Normalmente gana la fiera.


En definitiva, amigos míos mis amigos, esto es otro mundo. Dicho lo cual miradle, y decidme si no es entrañable, si no es achuchable y besable. Mirad esa cara demoníaca y angelical a partes iguales y acordaos de mí cuando ya no esté.

lunes, 17 de marzo de 2014

La llave de tu vida

Ser padre es maravilloso. Sí. Es una experiencia única que todo hombre debería experimentar. También. No hay nada comparable a la sensación de tener en tus brazos por primera vez a tu vástago. Obvio.

Lo que nadie cuenta de tan maravillosa aventura es la parte negativa. Y no, no hablo de la falta de sueño, ni de la rutina de cambiar pañales, ni siquiera de las rabietas, los vómitos provocados, los pulsos que te hacen despertar instintos homicidas….. No es nada de esto, porque todo esto en general forma parte de la mágica experiencia de la paternidad.

Lo que nadie os cuenta y nadie os contará jamás, futuros padres, es la enorme cicatriz que cada paternidad deja dentro de vosotros. Y me explico antes de que me soltéis a los perros. Un hijo viene al mundo con un claro cometido: llevar a cabo una contundente catarsis en las vidas de sus progenitores que les haga resetear lo que han sido y les instale un nuevo sistema operativo que tenga como único objetivo garantiza su bienestar y su seguridad. Nada importa si antes has sido un apuesto adonis, un prolífico artista, un elegante mediocentro ofensivo o simplemente un afamado cierrabares al borde de la cirrosis. Nada importa lo que has hecho antes, lo que has intentado ser o lo que has intentado dejar de ser. Nada importa porque ahora eres padre, solo padre y nada más que padre.

Sé que vuestros colegas que ya han pasado por esto os dirán que todo es cuestión de tiempo, de amoldarse, de esforzarse por retomar amistades y rutinas pretéritas…. Mentira. Cuando llegan a sus casas, ellos también son padres, solo padres y nada más que padres.

Leí hace poco en un blog mucho más didáctico que este (donde va a parar) que un hijo nace con la gorra de chófer, se sube al coche de tu vida y lo aparca en un parking, guardando la llave en su corazón, a buen recaudo, con la promesa de devolvértela cuando tú le entregues la llave de su propia vida.

Preciosa metáfora que ilustra a las mil maravillas lo que esto supone, y que no es otra cosa que la anulación (espero que temporal) casi por completo de todo lo que has intentado ser en la vida. Nada es compatible con ser padre. O se es padre o se es abogado, o se es padre o se es periodista, o se es padre o se es médico, o se es padre o se es crápula…. Seas lo que seas, si eres padre, no serás nada más, por mucho que te empeñes en intentar demostrarte a ti mismo y al resto del mundo que puedes hacerlo.


Luchamos, lucho, por intentar mantener a flote a la persona que fui, la que me costó años y años moldear, la que me costó años y años diseñar, pero es inútil, no tiene sentido. Soy y seré lo que Adriana y Nacho quieran que sea, o al menos durante el tiempo que ellos quieran que sea. Después, cuando me devuelvan la llave de mi vida, quizá sea tarde y no arranque. O quizá simplemente necesite una revisión. Mientras tanto, no tengo otra opción que ser padre. Y en ello estamos.