jueves, 25 de septiembre de 2014

Mi hijo me pega

Pero así, como suena. Y no de una forma cariñosa provocada por su falta de coordinación psicomotriz, no no. Me pega con la mano abierta y con cara de chino cabreado al que le han quitado los palillos a la hora de comer.

Desconozco hasta la fecha si se trata de un frustración generada por la incapacidad de verbalizar el odio que me profesa cuando me bato en duelo con él blandiendo en la diestra la cuchara, o si por el contrario canaliza en forma de guantazo rural lo mal que le caigo como padre.

Pero el caso es que me pega, apretando los cuatro dientes que tiene y frunciendo el ceño, sacando a relucir el gen de Cuenca que lleva en sus adentros. De momento la cosa no ha pasado a mayores y hemos solventado los conatos de violencia con unas cuantas cosquillas, pero por si acaso voy a ir llamando a Pedro Aguado para que me vaya haciendo un hueco.


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