Si no existieran, habría que inventarlos. Los abuelos han pasado de ser pilares básicos para los pequeños a convertirse, además, en apoyos indispensables para los padres, no sólo por la ternura y el amor incondicional que profesan al niño/a, sino también por la predisposición a comerse cualquier marrón que les pueda venir encima para descargar a los sufridos progenitores. Y además con una sonrisa, que tiene perendengues.
El curro que desempeñan y la felicidad con la que, constantemente, lo desarrollan, es digno de la más profunda admiración. Nunca hay un no, nunca hay una pega, jamás una protesta, siempre buenas caras y babilla cayendo allí y allá cuando están en compañía de la peque (al menos este es nuestro caso, que habrá más tipos de abuelos que longanizas, supongo).
El caso es que no podía dejar pasar la oportunidad de reconocer y agradecer en este modesto espacio la influencia que tienen hoy en día los abuelos y abuelas y la contribución, inestimable se mire por donde se mire, a la estabilidad familiar. Porque de hecho, en muchas ocasiones de no ser por ellos y por el desahogo que nos ofrecen, esta bonita experiencia de la paternidad podría terminar como el rosario de la aurora.
Insisto, abuelos, si no existierais, habría que inventaros. Gracias por estar ahí, siempre, sin condiciones.
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