Vaya por delante que por nada del mundo se lo recomendaría a
ningún padre que se atreviese a preguntarme. Un hijo es necesario, dos es una
temeridad y tres… No quiero ni imaginarlo. O sí. Hagamos un ejercicio de abstracción
y reflexionemos sobre lo que puede suponer la llegada de un tercer vástago a la
unidad familiar.
1- Para empezar habría que reorganizar el espacio en casa.
Esto, en una vivienda con tres habitaciones como es el caso que nos ocupa, puede
gestionarse de forma sencilla. Lo más lógico sería que los dos hermanos mayores
compartieran habitación y que el recién llegado tuviese su propio espacio,
mientras los padres mantienen una distancia prudencial que les permita… bah,
pamplinas. Lo que ocurrirá será que cada hermano mayor mantendrá su habitación,
el recién llegado dormirá en la cama de matrimonio con mamá y papá pasará a
ocupar un digno lugar en el sofá, con el gato.
2- Los traslados de cualquier índole se convierten en un
verdadero galimatías. La monovolumen, otrora cómoda y espaciosa, se convierte
en la furgoneta de un gitano. Cinco en un coche, tres de ellos niños, aboca
irremediablemente al suicidio. Para salir de casa necesitas una media de dos
horas o la ayuda del vecino. Cuando la mayor esté vestida y peinada, se pondrá
a jugar mientras vistes y peinas al mediano, que hará lo propio mientras vistes
y ‘peinas’ al pequeño, lo que supondrá que cuando hayas acabado por el pequeño
tengas que volver a empezar porque la mayor y el mediano se habrán despeinado y
desvestido de motu proprio.
3- La gestión de las finanzas es otro elemento a tener en
cuenta. Las ayudas a familias numerosas están bien, pero no son suficientes. Dos
sueldos para mantener a cinco humanos y un gato, dos coches, una hipoteca y los
juegos de la play no dan, ya os digo que no dan. Los Magikis y los Pin&Pon
se llevarán una parte importante del jornal. Hay opciones de financiación
paralela como coser balones en casa o pintar soldaditos de plomo, pero que no
se entere Montoro.
4- Normalmente la llegada del tercer descendiente, en los
tiempos que corren, os pillará mucho más viejos. Si rondáis la cuarentena en el
momento en el que venga a este mundo os ahorraréis de un plumazo la crisis de
los 40, porque no vais a tener tiempo de plantearos el sentido de la vida ni
vuestro lugar en el mundo. Las crisis identitarias solo se las puede permitir
quien tiene tiempo para pensar, quien duerme más de 5 horas al día y quien
puede incluso plantearse la opción de apuntarse al gimnasio para intentar
frenar el inexorable paso del tiempo. No va a ser vuestro caso.
5- Por descontado, la
vida de pareja quedará reducida a cenizas, que no se reavivarán hasta que
estéis en edad de solicitar los viajes del Imserso. Y para entonces harán falta
ayudas extra en forma de píldora azul. No volveréis a salir a cenar, no
pisaréis un cine, no tomaréis una copa, no veréis un partido del Atleti, no quedaréis
con los pocos amigos que os quedan, no intercambiaréis impresiones con personas
del sexo opuesto a excepción de las dependientas del DIA y, por supuesto, no
volverás a tener un momento de intimidad en ninguna de sus versiones.
Si aun así os quedan ganas, adelante, pero no digáis que no
os advertí.
Yo se de uno al que después de varios años intentando tener hijos y dos hijos con tratamientos le llego un tercero sorpresa. Se entero el día antes de salir de vacaciones a Francia. Lo que estuvo bien porque allí abundan las familias de tres hijos. Eso le hizo pensar que si tanta gente lo escogía voluntariamente no podía ser tan malo. Tres años después sobrevive dignamente, hasta disfruta la mayor parte del tiempo.
ResponderEliminarAsí que si te gustaría, lanzate, se vive bien.
Era el empujón que me faltaba para lanzarme en brazos de la vasectomía.
ResponderEliminarGracias.