
Ya no andamos, ya corremos. Ya
no balbuceamos, ya largamos discursos antológicos ininteligibles pero
perfectamente argumentados y acompañados de sus correspondientes ademanes y
enfatizaciones.
En el camino han quedado muchos
golpes (y alguno más que caerá, y si no al tiempo) pero por suerte no ha habido
que lamentar víctimas ni cicatrices, más allá de algún que otro chichón y
alguna lagrimilla.
Con respecto al lenguaje, hemos
adoptado un sinfín de nuevos fonemas y ya respondemos a algunas cuestiones básicas,
destacando por encima de todo la expresión "anda, anda, anda" que ha
interiorizado y repite constantemente, eso sí, a grito pelaó.
La pichona empieza a dejar de
ser un bebé y ya es toda una niña.