Iniciamos una nueva sección con el objetivo de desmentir algunos de los mitos y las leyendas más significativos que rodean a la paternidad. Me propongo en este espacio, con la inestimable ayuda de la Wikipedia, esa siempre infravalorada herramienta de conocimiento universal, desmitificar la rumorología que se circunscribe a esta nueva fase vital que iniciamos los padres primerizos.
Para empezar, comenzaré con una de las que más me ha llamado la atención. Cuenta la leyenda, transmitida de generación en generación durante siglos, que aquellos padres que se atreven a franquear los muros de su hogar y salir a la calle con su criatura recién nacida, o con pocos meses de vida, obtienen como recompensa a esta incuestionable muestra de valor, una experiencia única que, desde hace tiempo, han olvidado. Efectivamente, hablo del noble arte de ligar.
Continúa la leyenda asegurando que estos padres reciben de inmediato, concedido por las divinidades, el poder y la capacidad de atraer con la presencia del pequeño retoño las miradas y los comentarios de las féminas que frecuentan parques y jardines, que transitan por las vías o que simplemente se cruzan con ellos por los inescrutables caminos del señor. Cuentan los que dicen haberlo vivido, que la atracción por la mirada del bebé genera que ellas, por lo general mujeres de muy buen ver, se acerquen e inicien el cortejo con el progenitor. Cuentan, además, que aunque el padre no quiera (que no queremos), despierta en ellas un magnetismo tan irresistible que pocas veces puede ser controlado.
Mentira todo. En un año paseando con la niña, con paradas estratégicas en parques y jardines, cruzándome con todo tipo de féminas en mis largos caminos, ninguna de ellas ha levantado siquiera la mirada del carro para ver quién es el idiota que lo empuja. Que si la niña es muy mona, que si tiene unos ojos preciosos, que si es muy graciosa… es todo lo que aciertan a decir, pero del padre pasan como de votar al PSOE. Ni un comentario acerca de los genes, ni un triste halago hacia el creador (en teoría) de la enana…. Nada. Más bien todo lo contrario, uno se siente como Harry Potter con su capa de invisibilidad, fuera del mercado, como si simplemente fuera una prolongación del carrito, un complemento más de
Bebecar (espacio no patrocinado, cortesía de un servidor, ya os pediré cuentas).
Ojo, que no es que uno quiera ligar, ni muchos menos, que yo estoy muy feliz con mi señora (espacio no patrocinado, cedido gratuitamente para evitar dormir en el sofá), pero un poco de autoestima nunca está de más. Hecho el llamamiento, espero que la próxima vez que alguna de vosotras se cruce en mi camino, tenga al menos la decencia de decir lo bien planchada que llevo la camisa.
Continuará…. O no.