Hace unos días, un familiar (sin hijos, claro) me preguntó
por qué había abandonado la terapéutica actualización de este blog. Mi
respuesta fue que ya no tenía nada sobre lo que escribir. Meditando sobre esto,
he llegado a la conclusión de que no es del todo cierto. Las peripecias, las
experiencias, los denodados intentos por comprender la mente del infante siguen
ahí, intactas. Lo que ocurre es que a determinadas alturas de la paternidad, la
anestesia que uno padece es tal que todo se normaliza y se contextualiza de tal
forma que se le resta importancia y emotividad al día a día.
Bien, Nacho llegó a nuestras vidas hace ahora justo diez
meses. Voy a intentar describir brevemente en este post las diferencias y
similitudes halladas entre un bebé hembra y un bebé macho, que no son pocas.
Para empezar, no es que el niño sea más activo, más inquieto
o más curioso, no. Lo que ocurre es que el niño está como una puta cabra mocha,
y que me perdonen los puristas. Grita, patalea, se arrastra por el suelo como
una lagartija (no gatea, eso requiere mucho esfuerzo, ha salido al padre),
brama, te araña, te golpea si es menester. Mi suegra le llama terrorista
chiita, pero dudo yo que muchos chiitas hayan presenciado semejantes torturas.
Come, eso sí. Pero come cuando le apetece, no cuando tú le
digas. Come, sí, pero eso siempre que aciertes con la cuchara en su implacable
lucha por rematar de cabeza cada acercamiento del cubierto a la boca. Lo ideal
es que un progenitor le inmovilice con movimientos de yudo mientras el otro
blande la cuchara e intenta que un porcentaje superior al 60% del plato acabe
en el estómago. El resto, irremediablemente, acabará a partes iguales en las
paredes y en el pelo y/o ropajes de los padres.
Duerme como un lirón, semejanza que cabe resaltar con su
hermana. Pero aún en esto, hay diferencias. Mientras que Adriana, alías La Bendita , caía en brazos de
Morfeo sin contemplaciones, Nacho pelea, Nacho llora, Nacho grita, Nacho se
lamenta de su suerte por verse “obligado” y “arrastrado” a la inmisericorde
labor de….. comer, dormir y cagar.
El baño, otrora momento de relajación y esparcimiento con
Adri, se convierte en este caso en una pelea entre el hombre y la fiera en
aguas amazónicas. Normalmente gana la fiera.
En definitiva, amigos míos mis amigos, esto es otro mundo. Dicho
lo cual miradle, y decidme si no es entrañable, si no es achuchable y besable. Mirad
esa cara demoníaca y angelical a partes iguales y acordaos de mí cuando ya no
esté.